lunes, 24 de septiembre de 2018

LA CONCENTRACIÓN

Se puede ver la concentración como un alto grado de atención mantenida durante un periodo de tiempo.

Así es fácil comprender perfectamente la trascendencia de lograr un mínimo nivel de concentración continuada, estable, sin perturbación que nos permita estar en el mantenimiento constante de ese invisible y escurridizo equilibrio que se encuentra dentro de nosotros a través del cambio continuo. Todo esfuerzo que se haga en este aspecto es poco. Desarrollar este aspecto es básico.

Cuando muchas personas comienzan a interesarse por el mundo de la meditación y la concentración, tienen la idea errónea de que el esfuerzo mental para la correcta concentración pasa por fruncir el ceño y fijar firmemente la mirada en un punto. Nada más lejos de la realidad.

En el entrenamiento de este aspecto primero hemos de liberarnos de la perturbación constante de los pensamientos. Siéntate en el trono de tu espalda, de tu ser, de tu espíritu y deja pasar delante de ti a los tumultuosos pensamientos que no dicen nada de tu verdadero ser. Tienes que sentir que no eres ellos, que no los necesitas, que te limitan, que te engañan sobre la realidad del Todo.

Cuando te canses de ellos, cuando ya no te interese lo que te cuentan, cuando te aburras de ellos, empezará, propiamente dicho, tu entrenamiento. Mientras tanto estarás en constante lucha interna de desgaste. Sal pronto de ahí o tus fuerzas flaquearán. No los combatas, simplemente ignóralos primero desde tu corazón no sintiendo atracción por ellos, por lo que te ofrecen; más tarde ignóralos desde tu mente, tienes que percibirlos como bruma, niebla, como irreal. Pon tu mente, tu atención, tu conciencia en percibir lo invisible, como la armonía y el equilibrio, sólo entonces, dejarán de estorbarte.

Pensamiento no es igual a mente, lo mismo que las nubes no son lo mismo que el cielo. En el cielo están las nubes, pero también los rayos y los pájaros. En la mente no solo se encuentra los pensamientos, también está el silencio, la intuición, la voluntad, la conciencia.

Saber concentrarse es saber dejar ir los pensamientos sin que arrastren nuestra atención, quedarnos suspendidos sin que nos toque ninguno, flotando en la sensación del ser, del silencio fértil y del vacío-pleno, saberse despierto.

Desde el centro de tu ser invisible pero real, ahora puedes concentrarte en algo concreto sin pensarlo. Has despertado la capacidad, has aprendido a usarte.

Dirige la concentración a los diferentes aspectos a desarrollar, puedes comenzar, por ejemplo, con el equilibrio a través del cambio constante. Agarra con tu mente la invisible barra vertical del equilibrio y no la sueltes ni un solo instante. Libérate de tus pensamientos y entrégate al presente, es lo único que existe, es lo único eterno.

Recuerda que la verdadera concentración no es sólo un acto mental, la maestría se consigue cuando se implica correctamente al resto de tu ser y eres capaz de concentrar también tus emociones, tus energías y tu cuerpo físico.

La dirección de la concentración lo da la mente, el entusiasmo el corazón, la energía el poder y el cuerpo la cristalización.

Aprende poco a poco a regular estas herramientas. Los maestros siempre están concentrados, no se agotan porque ya no luchan por mantener ese estado, es su forma natural de ser, siempre están en lo único eterno, el Presente.

Concéntrate en tu vida en una primera fase para después pasar a la siguiente: concéntrate en la Vida, no te la pierdas entre los barrotes de tus pensamientos. Sal de tu cárcel.

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