domingo, 9 de septiembre de 2018

LA CONCIENCIA


A efectos didácticos me referiré a la conciencia como un elemento más a entrenar, aunque en sí, la conciencia lo es todo, por lo que nunca puede ser una parte como para poder tomarlo como un elemento.

La Conciencia es simbolizada universalmente por la Luz porque actúa como ella, iluminando lo que estaba en la sombra de la ignorancia y de la inconsciencia.

En la práctica del Tai Chi Chuan, como en todo, es de vital importancia obtener una conciencia general de lo que acontece en nuestro cuerpo, con nuestra respiración, emociones y estado mental, a fin de poder integrarlos en un todo armónico y bello.

Por ejemplo, deberíamos controlar el movimiento de una mano sin tener que mirarla, la posición del pie que ha quedado retrasado sin necesidad de mover la cabeza para atestiguarlo. El principiante tiene que verlo todo para poder tener conciencia de lo que está haciendo y así corregir las posiciones y movimientos.

Cuando se desarrolla convenientemente la conciencia integral de nosotros mismos, percibimos lo que está en disonancia sin tener que fijar la mirada física, tan sólo la interna.

Así nos damos cuenta, por ejemplo, de la posición errónea de nuestro pie, o de los hombros.

Cuando seguimos desenvolviendo la conciencia a niveles más perfectos y sutiles, somos capaces de percibir los defectos de la respiración superficial o entrecortada con nuestra mirada interior, sin dejar de percibir a la vez las posiciones de todos los elementos de nuestro cuerpo. Ya hemos escalado un paso más al ser consciente del cuerpo, de su equilibrio en movimiento y de la respiración que lo anima.

El siguiente despertar de la conciencia estriba en percibir los estados emocionales que vibran dentro de nosotros y si no fueran los correctos, cambiarlos, iluminando con nuestra conciencia el estado que queremos sentir, recreando la emoción que deseamos vivir, todo está dentro, sólo tenemos que iluminarlo con nuestra conciencia.

Cuando hemos desarrollado convenientemente este nivel, hay que  integrar todo lo conseguido hasta ahora: consciencia de todas las partes del cuerpo, consciencia del equilibrio dentro del movimiento, consciencia de la respiración y consciencia de la emoción que llevamos dentro.

Por último nos falta desarrollar la consciencia de la mente, la más sutil y escurridiza. Debemos conseguir el estado de atención silente, donde solo atendemos el momento presente, sólo nos fijamos en lo invisible de la armonía del todo, retirando, como consecuencia de ello y nunca como acción directa, nuestra atención de los pensamientos que hacen tanto ruido. Observa el cielo de la mente, no las nubes que transitan por ella.

Aquí ya puedes ser consciente de todo lo que te rodea y te conforma por dentro. No están los pensamientos como muros entre tu conciencia y la realidad. Te has abierto a la experiencia.

La práctica de la consciencia, a través del Tai Chi Chuan, va elevándola gradualmente hacia estados más sutiles, poderosos y sublimes.

Esto tiene su repercusión en la vida cotidiana.

Cada cual tiene su nivel de conciencia. Todos estamos “dormidos”, o lo que es lo mismo, parcialmente despiertos. Pero con este sencillo entrenamiento voy a sugerir un cambio de enfoque, inicialmente no consiste en abrir más el “grifo” de la conciencia para que haya más caudal, sino que el caudal actual, enfoque a donde tiene que enfocar, nada más.

Prácticamente, en toda nuestra vida, la conciencia no sale al mundo exterior, aunque parezca imposible, no lo es. La conciencia parcial que tenemos se debe, entre otros motivos, al hecho de que siempre está apuntando, iluminando, regando los pensamientos, no al entorno que nos rodea.

Esa realidad la creamos nosotros, me refiero al sentido que le damos a esa realidad. Nuestra conciencia viene a ser una interpretación subjetiva de nuestra experiencia de la realidad. Cuanta mayor conciencia se pueda desarrollar, más extensa es la parcela de la realidad que podremos abarcar.

Por ello es necesario transformar nuestra conciencia actual, que no es capaz de ver más allá de nuestros pensamientos, nuestras opiniones, temores, anhelos, esperanzas, hacia una nueva conciencia más en sintonía con el complejo mundo de manifestaciones entrelazadas e interdependientes que existe.

La conciencia que se ha de trabajar, no es la del ego, sino la del momento, la de la vida, la del universo, observando y siendo partícipes conscientes del juego de la manifestación y sus relaciones.

La consciencia te vuelve ágil, inteligente, pero también, flexible y humilde. La consciencia te transforma por completo en un ser íntegro que no separa la naturaleza de él mismo, que no concibe el universo y el yo, sino el Todo.

Buscamos derribar los muros de la conciencia limitada, y aunque, reconocemos que estamos sólo en la etapa humana, hay mucho que hacer aquí, queda mucho trabajo por delante.

Entrena Consciencia. Entrena Luz.

Ilumina.

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