Es
de vital trascendencia conocer en profundidad el aspecto de la atención en
relación con la conciencia.
Me
gusta poner un ejemplo muy didáctico que ayuda a comprender estas ideas
abstractas para poder trabajar con ellas. En mi símil, la
atención es la manguera, y la conciencia es el agua que transita por ella.
Donde ponemos la atención, lo bañamos de conciencia. En los tiempos actuales,
más cibernéticos, se podría comparar a la atención con la fibra óptica y la
conciencia, con la luz que viaja por ella.
La
pobreza de nuestra conciencia tiene su razón en que la manguera de la atención
no apunta al objetivo correcto. Por lo tanto, se comprende que para poder
trabajar la conciencia es de vital importancia, el saber manejar la atención,
el saber enfocar.
Con
la práctica continuada del Tai Chi Chuan se aprender esto último ya que hay que
percibir muchas cosas y casi todas son invisibles a los ojos, como el
equilibrio, la suavidad, la respiración, etc…
Al
principio la atención enfoca al pensamiento de lo que queremos llevar a cabo y
no a lo que está sucediendo en ese preciso instante. Nos embelesamos con las
figuras que nacen en nuestra mente y perdemos el contacto con lo demás. Dejar
de pensar es muy duro y extremadamente difícil, por lo que no voy a insistir en
ello, eso está a otro nivel mucho más alto que el de este humilde trabajo.
Lo
que vamos entrenar es la capacidad de poder dirigir la atención a otros
elementos del mundo, diferentes a los del pensamiento.
Por
ejemplo, vamos a atender la sensación del peso de nuestro cuerpo sobre el
suelo, de cómo va cambiando de un pie a otro. Vamos a atender la obtención y
mantenimiento del equilibrio a través del movimiento. Vamos a atender el suave
fluido de la respiración hasta el Dantien.
En
realidad, hay tanto a qué atender, que no podemos malgastar el tiempo ni
empobrecer nuestras vidas observando siempre lo que pensamos, en vez de
vivirlas directamente.
Por
lo tanto, no luches en contra de los pensamientos, pues se vuelven más
poderosos con tu atención. Lo que debes hacer es desatenderlos y fijar tu
atención hacia otras áreas de la realidad. No desees no pensar, desea despertar
a lo que te rodea, a lo que tienes arriba, abajo, detrás, por dentro… Todo esto
es un reto. Cuando no atiendes tus pensamientos, no eres conscientes de ellos,
por lo que ya no te estorban.
Reconoce
que tú no eres tus pensamientos, no viajes con ellos, déjalos pasar y no
permitas que te atrapen. Simplemente desapégate de ellos. No los combatas,
ignóralos. La realidad es mucho más hermosa que los pensamientos.
Atiende
tu cuerpo.
Atiende
tu respiración.
Atiende
tu emoción.
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