He
aquí uno de los aspectos más significativos y característicos de la práctica
del Tai Chi Chuan. A la mayoría de las personas les deja perplejos y asombrados
esta faceta, sobre todo a los que posean una mentalidad marcadamente occidental.
Es un tema clásico de este Arte Marcial.
En
esencia es una aplicación más de lo lleno y lo vacío, de lo pleno y lo débil,
pero debido a su peculiar y trascendente uso en la vida cotidiana, está justificado
dedicarle más tiempo para ayudar a su comprensión y puesta en práctica.
El
principio de adherencia se fundamente en que al ser atacados, al recibir una
energía yang, nosotros mostramos nuestra faceta yin, de tal modo que su impulso
encaje en nuestro vacío, también se podría explicar como la táctica de envolver
el yang externo con nuestro yin y así encapsularlo hasta agotarlo.
Por otro lado, cuando descubrimos algún yin (debilidad) en el oponente, rápida y automáticamente le proyectamos nuestro yang, de tal forma que no haya distanciamiento entre su retirada y nuestro seguimiento. De esta forma se anula la oportunidad del reataque, evitando la separación entre el oponente y nosotros.
Este
principio, en la práctica, es sumamente escurridizo y sutil.
Se
podría sintetizar la esencia de la adherencia en dos frases:
Cuando viene hacia
mí, jamás me encuentra.
Cuando se retira, siempre le acompaño, nunca
me separo.
No generar
distanciamiento con el oponente. Cuando me enfrenta, encuentra un fantasma,
cuando se retira encuentra una montaña que le sigue.
La
práctica de este principio requiere tener entrenados los aspectos de la
concentración y la agilidad. El primero para percibir instantáneamente el
cambio de ritmo en el oponente, la segunda para adaptarnos automáticamente a
él. No es suficiente con lo que yo quiera hacer, sino percibir lo que el momento requiera de mí y me permita
realizar.
Si
en vez de tener una persona por oponente, tuviéramos algún obstáculo en la
vida, podríamos intentar establecer métodos y estrategias para poder aplicar
las mismas tácticas.
El
verdadero oponente nunca es una persona, es la falta de recursos, la ausencia
de capacidad en nuestro interior que nos impide solventar el obstáculo que la
vida nos pone por delante. El verdadero oponente es la falta de concentración,
de agilidad, de disposición total al cambio.
Hemos
de detectar naturalmente cuándo viene yang del exterior y cuándo viene yin,
cuándo nos empuja o cuándo nos atrae, cuándo nos impone y cuándo nos hace caer
en sus redes. Para esto, inicialmente, se hace necesario dedicar tiempo a la
meditación y al silencio, ya que es por esta vía por la que entra el
discernimiento intuitivo, sin mediación de pensamientos. Cuando uno se
encuentra en relativa calma y silencio, percibe la verdadera naturaleza de las
cosas y puede adaptarse a ellas, ejecutando la táctica más oportuna en cada
momento: la de adherencia, la del desvío o la de “aplicar un gramo a mil kilos”
(potenciación).
El
Arte de Adherirse al momento y fluir con él, se convierte en una maravillosa danza
pletórica de la más pura Armonía. Cuando se logra cierto nivel, ya no se
perciben oponentes, sino oportunidades yin que me brinda la vida para poder
proyectar mis recursos yang; o bien obstáculos yang para poder recibirlos con
mis capacidades yin.
Todo
funciona armoniosamente como en un sistema de ruedas dentadas, consiguiendo un
engranaje perfecto, donde si la vida me ofrece un saliente, yo pongo el hueco para
encajar; si la vida me ofrece un hueco, yo aporto un saliente para rellenarlo y
permitir que el círculo de la vida vaya girando y transmitiendo la energía
universal de una rueda a otra, de un ser a otro.
Todo
está fluyendo constantemente, todo va sincronizado, nada está aislado, ni mucho
menos estático.
Medita
y asume la realidad.
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