Este
principio se suele explicar con una imagen muy clarificadora que viene a
resumir excelentemente la esencia de este aspecto a entrenar:
“… cien gramos pueden con mil kilos”.
Esta
afirmación no parece del todo descabellada, a pesar de su rotundidad, puesto
que todos conocemos lo que los antiguos griegos ya enunciaban: “dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”.
Los
antiguos maestros se estaban refiriendo a la aplicación de lo que ha venido a
llamarse el momento de la fuerza: “cuando recibas la fuerza del oponente,
impúlsala con un pequeño movimiento circular que desarrolle más velocidad y
energía de la que inicialmente tenía”.
Este
principio consiste en actuar uno mismo como un acelerador de energías,
haciéndola girar para aumentarle el momento de la fuerza, su potencia y
lanzarla en una dirección que desequilibre al oponente.
Este
movimiento se desarrolla mejor dentro de una curva y en ocasiones, se puede amplificar
más a través de una espiral que multiplica enormemente la potencia.
Inicialmente,
esta aplicación se parece bastante a la del desvío, con la característica de no
soltar la energía sino de acompañarla con un giro que le dé más fuerza y
velocidad. Como es natural, esta técnica tiene su momento de aplicación, antes no
tiene sentido, ya que el oponente puede corregir los efectos de nuestra acción;
después, ya es tarde, pues ha conseguido entrar en nuestro círculo de seguridad
y está muy próximo a nuestro centro de equilibrio, por lo que tendríamos que
ser unos verdaderos maestros para evitar el desastre.
Para
aplicar esta técnica se ha tenido que desarrollar previamente la de seguimiento
o adherencia y la del desvío, combinándola con una apropiada agilidad que nos
permita imprimir la rapidez necesaria de movimientos.
Si
desarrollar este aspecto en el Tai Chi Chuan es complicado y necesita de tiempo,
así como de una singular maestría previamente despertada en otras técnicas, su
aplicación al terreno de la vida cotidiana es todo un reto.
La
transformación interior que se consigue cuando se domina este aspecto es digna
de los legendarios alquimistas: usar una fuerza o problema que viene hacia ti
de tal forma que en vez de que te alcance, te desestabilice y te haga caer, te
ayude a ser mejor, más estable, más fuerte, seguro y sabio.
La
transmutación de las fuerzas es lo que opera en la esencia de este arte.
Por
ejemplo, si a tu vida llega la pobreza, no dejes que te derribe, úsala para
mejorarte. Inicialmente no te opongas, no la rechaces, acéptala, sería absurdo
y torpe el negar lo que ocurre. Hacerte la víctima es dejar que alcance el
objetivo de tu equilibrio, de tu corazón, es hundirte y caer de bruces en sus
brazos, en su dominio. No olvides que
desde la aceptación inicial es como únicamente podrás construir la estrategia a
seguir y los recursos a utilizar. Si ya eres consciente de que lo tienes, úsalos,
si no, debes despertarlos, porque todos están dentro de ti, solo que
dormidos.
La
actitud de Potenciación pasa por reactivar estos recursos que yacen en ti.
Abraza las dificultades, acéptalas como un reto, dales la bienvenida pero
recondúcelas haciéndolas girar dentro de ti para que no lleguen a tu centro y
te desestabilicen. Aprende de la fuerza y el poder que guarda dentro de sí ese
dragón llamado obstáculo.
Te
ofrece inteligencia, desapego, liberación y valor, te muestra el sendero de la
paciencia, te aporta fortaleza y dominio de tus deseos, que te conducirán en el
sendero de la paz interior.
Que sucumbas
o te hagas más fuerte sólo dependen de ti, de tu actitud y tu entrenamiento.
Con
este sencillo ejemplo se puede apresar la esencia de la técnica del Arte de la Potenciación.
Nunca caigas en las redes de los problemas, úsalos para salir más capacitado de
lo que estabas antes de que te llegaran, potencia sus efectos sin que te
derriben y dirígelos hacia tu crecimiento interior, las dificultades te
catapultarán.
Medita
y aprende a percibir la verdadera fuerza de las cosas.
Úsalas
para potenciar lo que hay en ti.
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