Es
de crucial trascendencia comprender este aspecto a entrenar, ya que representa
uno de los problemas más habituales a la hora de la práctica del Tai Chi, y de
la vida en general.
En
este trabajo y en este escenario en el que nos estamos manejado, podemos
asimilar los pensamientos a las elucubraciones mentales que realizamos sobre lo
que percibimos, ya sean objetos materiales, energéticos, emocionales o
mentales.
Los
pensamientos se dan en la mente, pero deben ser educados, como las emociones,
para que, en vez de interferir, nos ayuden a conseguir nuestros objetivos. Los
grandes maestros han dicho que la mente bien educada es el mejor aliado, de lo
contrario, se convierte en el peor de tus enemigos, porque conoce todas tus
debilidades y las ataca constantemente.
Los
pensamientos vienen a la luz de la conciencia como una serie de diálogos
internos, soliloquios que justifican sólo aquellos aspectos de la realidad que
quieren justificar, en función de sus gustos y hábitos, ven lo que quieren ver
y no la realidad misma, sólo capturan un mapa subjetivo de ella. Eso es lo que
muestran a la conciencia, un borrador, un croquis, un plano, un mapa de lo que
Es, de la realidad. Lo más triste es que nuestra conciencia se cree sin dudar,
todo lo que proviene de los pensamientos, como si fueran la realidad misma, y
no una distorsión, una simple interpretación de ella.
La
conciencia percibe lo que hay sobre el cristal de la mente antes de lo que hay
detrás de él. Un ejemplo vendría muy
bien. Cuando conducimos y el parabrisas del coche está limpio, no lo
percibimos, ya que deja pasar la luz de todo lo que hay detrás, deja ver todo
lo que existe fuera del coche, no interfiere, es transparente. Cuando el
parabrisas está sucio o está lloviendo copiosamente, a la conciencia le cuesta
enfocar la realidad externa y con frecuencia se fija en lo que hay sobre el parabrisas.
De nosotros depende enfocar el parabrisas o enfocar más allá, nosotros
decidimos siempre dónde poner nuestra conciencia.
En
la vida ocurre lo mismo, siempre podemos elegir entre enfocar nuestra
conciencia a los pensamientos o más allá. La mayoría de las personas deciden
quedarse contemplando sus pensamientos de forma habitual, así es normal que se
estrellen ya que no ven la realidad de lo que les rodea. Es necesario mirar más
allá del cristal, más allá de los pensamientos, hasta ver clara y nítidamente
la carretera, la vida.
Como
antes se dijo, con los pensamientos no cabe la lucha, no cabe el diálogo.
Dialogar con los pensamientos es un engaño, ¡el diálogo es su arma!, usar
pensamientos para combatir pensamientos no sirve. Como ya se apuntó antes, la
estrategia que ha de usarse es la de cambiar la atención a otra realidad. No
luches, sustituye la acción, enfoca más allá.
Un
elemento que juega un factor importante en este proceso es el que se ha
mencionado en el capítulo anterior de la emoción. Cuando no hay paz, cuando
sólo existen conflictos, la mente no cesa de crear pensamientos para
solucionarlos. Si la emoción ya está pacificada, es mucho más fácil el camino.
Se puede hablar de la emoción como del terreno en el que se hunden los
cimientos del edificio donde se crean los pensamientos. Si la emoción es
inestable y conflictiva, la mente genera muchos pensamientos.
La
utilidad de los pensamientos estriba en aprender, planificar, buscar soluciones
entre otras actividades de carácter evolutivo. Fuera de esto no debería tener
cabida en la mente, no tiene sentido. Actualmente estamos en una fase de
aprendizaje del uso de la mente. Al no conocerla, no la podemos dominar, por
ello hacemos un uso inapropiado de ella, generando innumerables pensamientos
que no sirven para nada. Esto marca nuestro plan evolutivo actual: capacitar
nuestra mente para que deje de “jugar”, de mirar “su ombligo” y observe el
universo y sus leyes, para poder convivir en él en perfecta simbiosis, como
hace el resto de seres, en plena armonía.
Si
necesitáramos un ejemplo, podríamos relacionarlo al uso que dan las aves de sus
alas cuando son polluelos. Al principio, lo único que hacen es batirlas, no las
usan para lo que son, no alzan el vuelo. Nosotros estamos igualmente batiendo
nuestros pensamientos en el aire de la mente, pero sin volar todavía, no
sabemos darle su verdadera finalidad. Cuando maduremos usaremos los
pensamientos para volar en el cielo de la mente, superando los obstáculos y
dificultades que encontremos, para aprender, no para entretenernos.
En
verdad, si se reflexiona un poco en la palabra entretenimiento se puede percibir
un sentido de distracción: entretener, entre – tener, que es lo mismo: tener la
conciencia entre una cosa y la otra, entre un objeto y el otro, entre un
pensamiento y otro. La conciencia está constantemente vapuleada, es capturada y
apresada, va como una pelota de aquí para allá. ¡Así se nos va el tiempo! Y
después nos quejamos de no tenerlo en la cantidad suficiente… y para qué, ¿para
volver a entretener nuestra conciencia en vez de despertarla?
Pensar
constantemente es como pretender usar a toda costa los pies hasta cuando
estamos durmiendo. ¡No hay necesidad de estar siempre pensando! Cuando se usan
los pensamientos para tareas que yo llamo de “ocio”, para entretener a la
conciencia y distraerla de la realidad, nos estamos perdiendo la vida misma.
Perdemos el tiempo y los pensamientos se hacen los dueños de la conciencia,
ésta finalmente se cree que su naturaleza es la de los pensamientos pues es el
espejo en que se mira constantemente.
Aquí
es cuando hay que actuar.
¡No
somos pensamientos, somos Conciencia!
¿Pensamientos?
Si, por supuesto, pero ocupando su debido lugar, no más.
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