Este
concepto es sutil y fino, como un hilo de seda; es transparente y difícil de
apresar, tanto es así, que muchos pasan por esta vida sin conocer su naturaleza
ni poder experimentarla desde dentro.
Para
verla hay que mirar a través de lo visible y contactar directamente con el
centro, con el eje, con lo invisible.
Se
puede hablar del equilibrio a nivel físico, energético, emocional o mental.
Todos parecen diferentes pues tratan con elementos de diversa índole y
naturaleza, pero tras ese velo de aparente diferencia se esconde la misma
esencia, la misma realidad, la misma ley. Busquémosla.
En
la práctica del Tai Chi Chuan, lo primero que se enseña es a conseguir y mantener
el equilibrio físico, en primera instancia, estático y posteriormente a través
del movimiento continuo. Depende de algunos factores entre los que cabe destacar
la fortaleza y la elasticidad de los tendones.
El
equilibrio físico se encuentra en no hacer ni mucho ni poco, lo justo para no
ejercer fuerza y mantener todos los opuestos ajustados en la mínima tensión y
sentidos opuestos: lo de arriba con lo de abajo, lo de delante con lo de atrás,
lo de fuera con lo de dentro, lo de un lado con el otro. Crear la balanza con
tu propio cuerpo para que no caiga hacia ningún lado, mantenerla como
suspendida del cielo.
Equilibrar
el brazo izquierdo con la pierna derecha, la cabeza con el sacro, la coronilla
con el mentón, así con todo, toma conciencia de cada parte por separado y luego
de todo el conjunto, tómate tu tiempo, es necesario despertar esa sutil
sensación integral del equilibrio.
Dentro
del mundo energético encontraremos el equilibrio a través del no esfuerzo, de
la suavidad, de la fluidez y la continuidad, respiración ajustada a esfuerzo y
coordinada con la intención del movimiento, proyectándola a través de las manos
y dedos y recepcionándola en el Dantien.
En
el plano emocional el equilibrio se logra ajustando los opuestos en naturaleza
y potencia, a través de la libertad y la disciplina, el amor y el desapego, la
confianza y la precaución, cultivando sendos opuestos de forma equilibrada y
pareja, para que la balanza no se incline en sentido alguno.
En
el plano mental podemos hablar del equilibrio cuando trabajamos la mente a
través del conocimiento, el aprendizaje y la memoria, mediante la
concentración, y también cuando descansamos la mente a través del olvido, el
desprendimiento, la intuición y el vacío, mediante la observación.
Como
se dijo al principio, se trata de trabajar diferentes elementos en los sentidos
opuestos. Multitud de planos, misma ley.
Cuando
todo se entrena en un todo conjunto, aparece la chispa divina del equilibrio
más sutil, llamado también del espíritu.
Entonces,
haciendo nada, se hace todo, con lo mínimo se llega a lo máximo. La conciencia
se abre a la comprensión de frases como éstas.
La
maravilla del Tai Chi Chuan va más allá, no sólo es la obtención de este equilibrio,
sino la constante búsqueda de ese escurridizo equilibrio mientras estamos en
movimiento, en cambio continuo, lo que altera constantemente el centro sobre el
que crear el equilibrio.
Este
es un desafío como hay pocos en el mundo. Es la vida misma. Cuando estamos
sentados cómodamente o erguidos, es fácil encontrar el equilibrio, pero si
tenemos que subir por una montaña o surfear una ola, eso ya es otra cosa.
La
vida nos pide el equilibrio del Tai Chi Chuan, saber encontrar la armonía y la
estabilidad a través de los problemas, de los retos para poder reencontrar en todo
momento nuestro centro, a pesar de los cambios.
La
búsqueda ha de hacerse hacia el interior para poder hallar ese equilibrio y
afianzarlo, hasta sentirlo en lo más profundo de nuestro ser. Cuando lo hayamos
conseguido lo volvemos a perder a conciencia para poder entrenar la búsqueda
una y otra vez. En cada repetición se ha de encontrar el equilibrio en menos
tiempo, cada entrenamiento debe acortar el periodo necesario para obtenerlo. Lo
siguiente es dejarlo de buscar con la mente y buscarlo atrayendo la sensación
que acompaña al equilibrio cada vez que lo realizamos. Esto sí que es
importante, dejar de pensar y aprehender el sentido resueltamente.
Cuando
esto se está logrando en cierto grado, hay que conseguir no perderlo con el
cambio constante, con lentitud al principio, pero de forma fluida. Aquí aparece
un nuevo problema: la reubicación permanente de nuestro centro de gravedad y
por lo tanto, de todos los elementos que rodean a ese centro, pies, brazos,
cabeza…. Ideas, sentimientos, energías…
Si
esto parece difícil, lo es aún más el mantener ese equilibrio en el tiempo,
pues requiere de una atención constante hacia el interior, de tal forma que
nunca abandonemos la sensación interna del equilibrio, a pesar del cambio.
Conservar
la atención interna es la verdadera dificultad, pues la mente normalmente la
tenemos poco educada y es inestable, la atención se va constantemente a los
pensamientos, no a la realidad de la sensación del equilibrio.
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