La práctica de
cualquier disciplina normalmente produce en el ser humano un bienestar. Con
frecuencia este sentirse mejor no transforma nuestra forma de ver la vida y
mucho menos de afrontarla, disfrutarla y reverenciarla.
Con la
práctica de cualquier deporte se queman calorías, se aumenta la adrenalina y
finalmente relaja y beneficia.
Lo que voy a
exponer no tiene nada que ver con eso. La práctica de los deportes va añadiendo
cualidades, capacidades con las que enriquece la personalidad. Normalmente
definen y perfilan.
Pero cuando el
entrenamiento de una disciplina llega a realizar la magia de hacer vibrar los
hilos más internos del ser, no actúa como un añadido más a la personalidad.
El
entrenamiento continuado del Tai Chi Chuan me ha transformado completamente
como persona. No es un elemento más de
mi vida, sino que me ha magnetizado por completo y ha rehecho todas las formas
bajo las cuales se puede posar mi conciencia.
Cuando se
apresa los principios que animan al Tai Chi Chuan, no ya con la mente o el
corazón, sino más allá, con el espíritu, con el alma, con el silencio y la
intuición, entonces se transforma en un potente elemento catalizador que
produce una alquimia total en la personalidad.
Cuando actúa
así, ya no añade nada nuevo, simplemente produce un cambio total, de alguna
manera se puede afirmar que vuelves a nacer, comienzas a “ver” el mundo, y a
ti, como parte integrante de él, antes sólo lo pensabas, ahora contactas con él.
Ya no realizas
Tai Chi, el Tai Chi te realiza. No haces Tai Chi, el Tai Chi te construye desde
dentro hacia fuera. Tú eres la semilla, tu desenvolvimiento armónico lo hace
realidad los principios del Tai Chi.
A través de
estas líneas iré trazando la senda que me transformó poco a poco y me sigue
transformando. Si alguna vez dejara de cambiar, comenzaría la morir, porque la
Vida es transformación y cambio, por lo que si renunciamos a estos principios
estaremos renunciando a la Vida.
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