
Es
conocido que el entrenamiento de movimientos lentos y fluidos no lo es todo, se
debe pacificar la emoción. Muchas personas entienden que la emoción es natural
y no se puede forzar, por lo tanto, no se puede cambiar. Por otro lado, sabemos
por las numerosas enseñanzas de los antiguos maestros, y su redescubrimiento
por la psicología actual, que la emoción se puede educar.
Forzar
no es educar, ni educar supone forzar nada. Todo consiste en encauzar
adecuadamente lo que brota de forma natural del corazón.
Para
pacificar la emoción, se han de resolver primero los conflictos internos. Las dificultades
siempre van a estar presentes, pero la forma en que nos afecten puede ser
modificada. Los problemas son dificultades no resueltas, depende de nuestra
actitud ante ellas para poder pacificar la emoción.
Los
accidentes del terreno, como un río o una montaña son sólo eso: un accidente
geográfico, no más. La cuestión es que muchas personas hacen de los “accidentes”
de la vida un problema, porque no saben tratar con ellos, creen que no disponen
de recursos para gestionarlos. No han
despertado aún la capacitación suficiente para abordarlos, y por esta razón (la
opinión de incapacidad que tienen de ellos mismos) es por la que se crean un
conflicto interno injustificado y fantasma, puesto que se apoya en una base errónea:
creer que no pueden hacer nada, entregarse al sentimiento de impotencia.
Existen
varias vías para conseguir eliminar o al menos minimizar los conflictos
internos y poder pacificar la emoción, aquí solo voy a exponer algunos.
Aceptar
de corazón lo que ocurra, lo que habíamos planificado sobre la vida es pura
fantasía irreal, es querer imponer a la existencia del universo nuestras
elucubraciones mentales de simples seres humanos limitados y mortales. Alguien
dijo que la vida es lo que te va ocurriendo mientas la estas planificando.
Aceptar
no significa cruzarnos de brazos, a eso se le llama derrotismo, abatimiento.
Primero aceptas lo que ocurre, si no es así, es imposible poder definir unas
pautas que te permitan ver qué recursos tienes para afrontarlo. Aceptas y luego
ves qué puedes hacer con lo que tienes, con tus capacidades.
Para
aceptar de corazón lo que ocurra primero es necesario cultivar el desapego, el
dejar ir lo que no forma parte de ti, lo que no es tuyo y la vida nos ha
prestado temporalmente. El verdadero amor va íntimamente ligado al desapego.
Cuando el amor desemboca en apego, hemos de estar seguros de que lo que más nos
interesa en este mundo somos nosotros mismos, lo que más nos importa es nuestro
sufrimiento ante la idea de que podríamos perderlo, y eso está muy lejos del
verdadero objetivo del amor que es el bien de lo amado. Cuando sabemos unir
desapego y amor, eliminamos buena parte de los conflictos internos.
El
otro elemento para poder aceptar lo que sucede es cultivar la confianza, el entregarse
libremente a lo que la vida nos tenga preparada, porque, en el fondo de
nosotros mismos, algo nos dice que todo será para bien. El problema estriba en
que creemos que sabemos, pero como esa premisa es falsa, sufrimos por ello
cuando no entendemos de qué va la vida, cuando no comprendemos los sucesos que
nos ocurren o que ocurren a otros.
En
vez de practicar la confianza en el sistema universal donde todo encaja,
porfiamos, queriendo saber más que la propia vida, atribuyéndonos una sabiduría
inexistente. Es ridículo. Es como pretender que nuestra limitada conciencia,
conocimientos, juicios, pudieran mejorar lo que la vida tiene preparado a cada
uno en cada momento, olvidándonos que todo tiene una causa y unos efectos
naturales, todo en este universo tiene su “padre” y su “madre” y viene a dar a
luz en el momento oportuno. Cuando el “hijo” nacido no nos gusta, queremos eliminarlo,
desearíamos que la naturaleza hubiese “abortado” ya que ese hijo no encaja con
nuestros planes. Así es como actuamos en la mayoría de los casos. No ser
consciente de las causas no significa que no existan.
Cuando
entras por primera vez dentro de una gran fábrica industrial, con multitud de
personas, maquinarias, ordenadores, vehículos, etc., todo moviéndose en un
aparente caos, sin poder reconocer un sentido de las cosas que ves, sin entender
nada, te encuentras perdido, no sabes por qué sucede todo lo que percibes, ni
en qué orden, no comprendes cómo están enlazadas las diferentes fases, lo que
va antes, lo que va después, las dependencias que existen entre las diferentes partes,
las interrelaciones que hay entre todos los elementos. Te encuentras
literalmente perdido, extraviado, desconcertado, te reconoces ignorante del
proceso que estás viendo.
Pues
si esto ocurre con una “simple” factoría humana, cómo se puede tener la
pretensión de comprender esa otra “factoría de la realidad” que es el universo
en todos sus aspectos, los ya conocidos y los aún por conocer. En verdad, es
gran atrevimiento juzgar lo que no se conoce. Por lo tanto, dad la bienvenida
al presente, a lo que ocurra, al aquí y ahora, pues es lo más natural, es el
“hijo” de la vida que ha nacido, no reniegues de él porque no sabes nada de los
entresijos del universo, acepta humildemente tu ignorancia y no rechaces lo que
ocurre, ¡ábrete!, ¡no te cierres!
Cuando
uno interioriza esta serie de realidades, comienza a fluir con la vida, a
confiar en que pase lo que pase, es lo mejor, aunque nuestra pequeñez sufra por
no poder entenderlo, por no poder abarcarlo ni justificarlo. Somos limitados y
así hemos de reconocernos.
Ya,
con la aceptación natural del aquí y del ahora, a través del desapego en una
mano y de la confianza en la vida en la otra, hemos dado un salto gigante en la
obtención de la emoción pacificada.
Aquí
no ha habido manipulación en los sentimientos, sencillamente educación.
Ahora
germinará la Paz y la Belleza que te permitirán transmutar tus evoluciones del
Tai Chi Chuan en el Arte del Cambio y de la Transformación.