Este
aspecto no sólo se utiliza en Tai Chi Chuan, pertenece a todo el universo y va
desde la rotación del spin del electrón, hasta la revolución en torno a la
singularidad de un agujero negro, pasando por el giro de las galaxias,
estrellas, planetas y demás astros.
Aprender
la esencia de la circularidad te capacita para poder usarla en los movimientos
del Tai Chi.
El círculo
se inicia sobre un punto sobre el cual gira un objeto, es ese objeto girando
quien produce el círculo en el espacio. Este punto puede crear innumerables órbitas,
unas grandes y otras pequeñas, rápidas o lentas, más abiertas o cerradas.
Los
movimientos circulares tienen muchas aplicaciones, entre ellas la de desviar y
la de potenciar ya explicadas en artículos anteriores.
Para
recrear un círculo con la mano, por ejemplo, hemos de elegir un punto
imaginario en el espacio y procurar que la distancia entre la mano y ese punto
sea siempre la misma mientras la movemos en torno a él. Esto requiere
concentración para fijar en la mente ese centro y no moverlo a pesar de la
naturaleza volátil de nuestra mente.
Por
otro lado, también demanda la observación constante de la relación entre la mano
y este punto central con objeto de mantener la misma distancia en torno a él
mientras la hacemos girar.
De
aquí aprendemos que lo circular nace cuando se establece un tipo de correspondencia
constante entre aquello que gira y su centro. La armonía del círculo se manifiesta
en el equilibrio y en el mantenimiento de esta distancia radial del extremo con
el centro. Cuando rompemos esa armónica relación el círculo se desvanece.
Desde
tiempos inmemoriales, en numerosas culturas antiguas se ha reconocido lo circular,
lo esférico como símbolo de lo celestial, del aparente movimiento propio de las
estrellas en el firmamento, del mundo superior y, de alguna manera, si
aprendemos a reflejar este tipo de movimiento en nuestras vidas, enriqueceremos nuestra existencia con la armonía y el equilibrio, cualidades que se han enseñado desde siempre como celestiales y divinas.
Para
usar este aspecto del Tai Chi Chuan en la transformación interior, hemos de
fijar en primer término el centro sobre el que vamos a hacer girar todo lo
demás. Ese centro podrá ser una emoción, un pensamiento o lo que es más
poderoso, una emanación mental alimentada por un sentimiento, ambos en una
relación de sinergia recíproca.
Ahora,
en vez de las manos, escojamos un elemento más sutil, invisible, por ejemplo, la
emoción de la aventura. Si la definimos como centro de nuestra actividad, de nuestra
energía, todo rotará en torno a esta emoción, leeremos libros de aventuras,
veremos películas o documentales relacionados con este objetivo, nos rodearemos
de amistades afines, diseñaremos nuestros fines de semana o vacaciones alrededor
de esto mismo. En fin, hasta nuestros sueños van a girar en torno a este eje.
Ahora
veremos un centro mental, por ejemplo, aprender idiomas. En este caso sucedería
lo mismo, todo lo haríamos girar en torno a este núcleo, como ver vídeos,
audios, películas, amistades, etc…
Esta
vez escojamos un elemento mental-emocional, por ejemplo, el deseo de aprender aquello
que siempre nos ha hecho ilusión.
Como
antes se ha dicho, hemos de fijar la esencia de ese anhelo en nuestro espacio
interior, como un punto central en torno al cual pondremos a girar los elementos.
Nos estamos refiriendo a todo aquello que pueda estar relacionado con este
centro, unos girarán muy cercanos como por ejemplo el entusiasmo, la
disciplina, la organización de los estudios, su práctica; y otros girarán más
distanciados como pueden ser los horarios que debas establecerte, el descaso
necesario, la redistribución de tu tiempo para poder atender adecuadamente otros
aspectos prácticos de tu vida personal, laboral, familiar, etc.
Prácticamente
todo lo que caiga en tu vida tendrá una relación circular con estos centros que
hemos ejemplificado, cada una con un radio diferente, con una relación distinta,
pero equilibrada.
Cuando
se consigue dibujar un círculo armonioso todo irá acompasado y según las leyes
superiores del mundo celestial.
Sin
embargo, cuando desatendemos el círculo y, por ejemplo, elementos como el
descanso no guardara la relación apropiada, la magia circular desaparecería. Lo
mismo ocurriría si la disciplina, la organización, tus hábitos de vida, etc. no
girasen en torno a ese centro.
Si
observamos un poco más veremos que normalmente existen múltiples centros en los
cuales vamos haciendo girar diversos elementos. Mantener la circularidad de
todos ellos es una labor de un experto equilibrista. Otros centros como la
salud, la familia, los amigos, la meditación, el deporte, la cultura, etc., van
reclamando nuestra atención.
Si actuamos
correctamente, los movimientos circulares se realimentarán unos de otros,
creando una sinergia digna de la más orquestada sinfonía cósmica. Por el
contrario, si no conseguimos dibujar esa esfericidad, romperemos el círculo
dispersando y disipando la energía, no habrá armonía, las proporciones del
movimiento cambiarán, el flujo se interrumpirá.
Un
advertencia, se debe cuidar mucho en no tomar al ego como centro de tu círculo,
ya que todo giraría en torno a él y te cegará para poder ver el mundo, el resto
de personas no contarían salvo para ponerlas a girar en torno a tu ego, no
verías el universo que te rodea.
Haz
de esta vida tuya una esfera que reproduzca la armonía y la belleza de los mundos
superiores.